De otra categoría
Estudiantes le dio un baile histórico a Racing: por algo uno es campeón de América y el otro lucha por no descender. ¡Y eso que no jugaron Verón y Boselli!
El Tolo Gallego tiene innumerables virtudes. Es un técnico campeón en todos lados, motivador, con buen ojo, un tipo que potencia a sus jugadores y hasta un simpático declarante. Lo que nunca se podrá decir de él es que es un visionario. Seguramente sólo habrá sido una expresión de deseo aquella duda sobre si iban a ganar sus perseguidores. O en todo caso, tal vez podían despertarle incertidumbre los rendimientos bajo presión de Godoy Cruz o Argentinos: nunca el de Estudiantes, el mejor equipo argentino por escándalo. Hay que ser muy bueno para que no se noten ausencias como las de Verón y Boselli (líder y goleador). Hay que tener una estructura como la que tiene Estudiantes para no perder el equilibrio, un plantel rico para tapar los huecos individuales y esa seguridad que tienen los que se saben mejores. Y hay que tener, por último, un rival como este Racing que dio pena.Estudiantes y Racing pertenecen a categorías distintas y, como nunca, la realidad refleja esas diferencias de abismo. Uno es el campeón defensor de la Copa, el otro hace cuentas hasta con el ábaco para saber qué tan cerca está del infierno. Y la verdad, se le está chamuscando la ropa. Russo no es un hacedor de milagros. Peor que eso: suele ser bastante terrenal, muy humano para los errores. Ayer no advirtió, en ningún momento, que tenía cuatro árboles plantados atrás mientras Estudiantes se hacía un festival en el medio con una suma de buenos pies: el principesco Sosa, el Chino Benítez, Enzo Pérez, la Gata Fernández, un Braña de Selección... Más el supersónico Clemente, siempre listo para la descarga. En vez de pelearlos ahí, donde Estudiantes paría el fútbol, quiso hacerse fuerte con cuatro centrales incapaces de sumarse a la media cancha y puso un mediocampo demasiado liviano, lento, con poca marca y menos vuelo, tan exasperante que la propia hinchada pedía que sacaran al 5. Tan poco tenía para ofrecer Racing que sus jugadores protegían la pelota en ataque para que se fuera al lateral y tener la chance de meter un centro con las manos. Pero de arriba también ganaba Estudiantes. Ya 0-1 era un baile y el técnico de Racing trataba de apalabrarse al línea para sacar alguna ventaja. La hinchada advirtió rápido la catástrofe e hizo un amago por voltear la alambrada. Es lo más cerca que estuvo Racing de pelear el partido. Dentro de la cancha, no tuvo chances contra un Estudiantes serio y concentrado en el que no hay exenciones por talento: todos pasan la línea de la pelota, con el espejo del capitán ausente tatuado en el ADN.Pasionales como son, con ese optimismo infinito y cierta tendencia a negar la realidad, los hinchas de Racing les pedían a sus jugadores: "A ver si ponen huevo, que no juegan con nadie". La verdad, si había un nadie en la cancha, no era Estudiantes.
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